Aún en el diminuto alquiler. Aún esperando sin certezas. Esperar por algo incierto pesaba como una losa.
El estruendo del teléfono la sacó de un largo ensimismamiento —ensimismamientos sobre el asistente Brown, sobre el hilo del destino que ella misma había atado. Kylie agarró el móvil de inmediato.
[Ven a la cafetería a las 11:00.]
Eso fue todo. Kylie miró la pantalla y pensó.
—Eh, igual ni es de él. Puede ser spam —murmuró, dejando el teléfono sobre la alfombra.
Se sentó de nuevo, pero volvió a mirar la pantalla. El mensaje había llegado a las 10:15. Poco después, apareció otro mensaje que la hizo saltar. Tiró el teléfono sobre la cama, cogió una toalla y corrió al baño. Esta vez no se olvidó del champú; todavía le daba vergüenza lo ocurrido antes.
[Si llegas aunque sea un segundo tarde…] decía el mensaje, insinuando claramente quién lo había enviado.
—¿Qué derecho tiene a amenazarme así? Ni siquiera es mi jefe. Además, ¿qué hice mal? Pero… ¿por qué tengo miedo? —se preguntó.
Kylie