Jardín frente a la casa principal

El sol seguía tibio. Damian llevaba a la pequeña Davina en brazos; la niña reía feliz mientras su padre le daba un golpecito juguetón en el trasero. Habían salido a hacer un poco de ejercicio matutino, paseando juntos por el jardín.

El mayordomo Matt, la doncella y la niñera de Davina los seguían a una distancia respetuosa. Por las sonrisas en sus rostros, era evidente que no disfrutaban solo del aire fresco ni de las flores en flor, sino de la hermosa escena que tenían frente a ellos: la armonía de aquella pequeña familia era la vista más encantadora de la mañana.

Davina acababa de aprender a caminar más rápido, aunque lo que realmente le gustaba era correr. Sus pasos aún eran torpes, lo que ponía nerviosa a su niñera cada vez que salía disparada. A menudo tropezaba y caía, pero siendo la niña vivaracha que era, se negaba a dejar de correr una vez que le tomaba el gusto.

Avanzaban por el sendero de piedra, rodeados de flores coloridas.

—El aire se si