La noche se profundizó y el aire frío cubrió la tierra, invitando a la mayoría a retirarse hacia sueños reparadores.
Pero no frente a aquella casa-tienda de dos pisos.
Dos cerrajeros estaban agachados junto a la entrada, trabajando con destreza en sus herramientas. Un guardia de seguridad rondaba cerca, vigilando cada movimiento. Un patrullero se había estacionado justo detrás, con dos agentes uniformados observando en silencio.
Brown había pedido el patrullero no solo como apoyo, sino como disuasión. El área suele estar concurrida de día; si alguien veía a un grupo intentando forzar una tienda a estas horas, podría llamar la atención indeseada. Brown quería que esto se manejara en silencio: sin escándalos, sin titulares.
Corrían contra el tiempo.
Dentro del coche, Damian permanecía tieso, mirando fijamente la ventana del segundo piso donde una sola luz tenue se filtraba entre las pesadas cortinas. No iluminaba mucho, pero confirmaba que había alguien dentro.
Livia.
Parecía que solo h