Livia estaba sentada en la mesa de la cocina, comiendo fresas distraídamente, una tras otra. A su alrededor, los chefs se movían de un lado a otro preparando la cena, pero sus movimientos apenas la alcanzaban; miraba sin realmente ver.
Su relación con Damian había sido… sorprendentemente tranquila hasta ahora. Ya no era ese hombre frío e intocable de antes. Ahora le hablaba, como una persona real. Como un hombre. Y, sin embargo, Livia sabía bien que no debía hacerse ilusiones.
Mantenía su distancia, tanto emocional como física. Damian no la amaba. Para él, no era más que la sirvienta con la que se casó. Nada más. Ahora que Helena —la mujer a la que él realmente había amado— había vuelto, Livia sospechaba que quizá estuviera confundido. Pero el amor no mentía. Tarde o temprano, regresaría a donde pertenecía.
Con un suspiro, Livia apartó la cajita vacía de fresas y se levantó. Necesitaba hablar con alguien. Con un ser humano de verdad.
Estaba a punto de dirigirse a la casa trasera cuand