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Damian la agarró del brazo sin decir palabra. Livia tuvo que medio correr para seguir el ritmo furioso de sus pasos.

Un coche frenó de golpe frente a ellos. Antes de que el asistente Brown pudiera siquiera abrir la puerta, Damian ya la había arrancado de un tirón y empujado a Livia dentro.

—¡Señor Damian…! —Livia se sobresaltó, con la respiración atrapada en la garganta—. ¿Por qué está tan enojado?

—¿Qué? —su tono fue cortante.

—¿No quería la señorita Helena seguir hablando con usted?

—¿Oh? ¿Ella quería hablar conmigo, o eres tú la que quería seguir charlando con Noah?

¿Ele…? Livia parpadeó. ¿Acaba de llamarla “Ele”? Sonaba tan dulce. ¿Serán de esas parejas que se ponen apodos? ¡Uf… concéntrate, Livia!

—Solo estábamos conversando —se apresuró a explicar—. Eso es todo. Noah estaba…

—¿Engañándome, así lo llamas? —la interrumpió Damian con un chasquido de furia—. Lo tocaste en el hombro varias veces.

—¡No, señor! —Livia soltó, aterrada—. Me contó sobre su vida amorosa y yo solo… solo est
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