Gabriella Fabri observaba la actitud despreocupada de Paolo con una expresión que dejaba ver su rencor por momentos, aunque mantenía una sonrisa forzada en los labios.
—Hoy es un día muy importante para Enrico. Ustedes dos crecieron juntos, así que espero que puedas dejar el pasado atrás. Tenle un poco de consideración.
Paolo se quedó rígido un instante, pero enseguida una sonrisa torcida se dibujó en su cara. Con un tono indiferente, respondió:
—No se preocupe, lo que pasó antes no me importa en lo más mínimo.
De pronto, su voz se tornó cortante.
—Pero que quede claro: cuando quiero algo, lo consigo. Y nadie, absolutamente nadie, me va a detener.
Gabriella sintió un escalofrío. Tras un segundo de desconcierto, su cara palideció y apretó los puños, siseando entre dientes:
—Señor Morelli, si va a tener un comportamiento hostil, entonces no espere que yo sea amable.
Él levantó el brazo y tomó un sorbo de vino con calma. Le dedicó una sonrisa radiante al ver la expresión descompuesta de