100. La bendición de los dioses
Mientras nos dirigimos al hospital Arcandel se nota nervioso es claro que ésta situación es nueva para él y por todo lo ocurrido está aún más tenso, por mi parte estoy tan nerviosa que el tiempo del recorrido se me hace más largo de lo que realmente es.
— Creo que deberíamos llamar a tu esposo, como padre y la experiencia que viví de enterarme de último de lo que estaba ocurriendo, de que tenía un hijo, en fin.
— Le diré mañana, hay que dejarlo disfrutar su éxito con quienes valora, con su arquitecta…
— No te dejes llevar por los celos, piensa de manera racional.
— Tengo miedo por mi bebé, solo tengo tiempo y cabeza para pensar en él, no hablemos más de su padre.
— De acuerdo, trata de serenarte, ya verás que todo va a salir bien.
Respiro profundo, me coloco en una posición cómoda e intento serenarme mientras nos acercamos a la entrada del hospital pues sé que una vez allí se desatará el caos.
Arcandel se estaciona en la entrada se baja y corre al otro lado apresuradamente para a