Cuando Jenny y Sophia no obtuvieron el apoyo que esperaban de Claudia, sus rostros se oscurecieron aún más.
Se giraron, no solo porque Claudia no las respaldó, sino también porque sintieron una presencia sombría acercándose. A lo lejos, un hombre pasó caminando, sin mostrar el más mínimo interés en ellas, y se dirigió directamente hacia las escaleras.
Claudia se soltó la coleta, desabrochó el primer botón de su blusa y dejó que su cabello cayera sobre sus hombros. Aun después de un largo día de trabajo, su melena seguía luciendo suave, fresca y brillante. Se hundió en el sofá y fijó su mirada en las dos chicas.
—¿Por qué están mirando la pared? Mírenme.
—Claudia, vete… Brown acaba de pasar —murmuró Jenny.
—¿Dónde? —Claudia se levantó de golpe, escaneando el lugar. Las escaleras estaban vacías. Bufó y volvió a sentarse, recostándose para intentar aliviar el cansancio. Pero al ver a las dos chicas frente a ella, se sintió aún más agotada.
—¿Se dan cuenta de lo grave que fue lo de Livia