Aunque sabía que Rachel trabajaba aquí, no esperaba encontrarla esta noche, y mucho menos que pidiera hablar conmigo. Bajo la mirada atenta de los chicos, tomé asiento con ella en una mesa cercana al pequeño escenario del salón.
—No tengo toda la noche para ti —crucé las piernas con desdén, clavando una mirada fría en ella—. Así que apúrate. Lo último que quiero es estar contigo.
—No tienes por qué hablarme así —replicó. La miré incrédula—. Estoy aquí porque quiero arreglar las cosas contigo. Me debes una disculpa y lo sabes.
Parpadeé varias veces, procesando sus palabras.
—¿Estás hablando en serio? —asintió con esa soberbia tan suya—. Debes tener un problema en la cabeza. ¿Exactamente por qué debería disculparme?
—Me traicionaste. Preferiste a una extraña antes que a mí —su expresión era neutra, casi vacía—. Apoyaste a Liam para que se alejara de mí y defendiste a esa imbécil de chica. Me heriste más de lo que tú estás herida.
—Oh... —empecé a reír. Se volvió loca y no me avisó—. Tie