Desde que tengo uso de razón, he asistido a miles de eventos en Escocia. Siempre fui la princesa Emili, la hermana menor del futuro rey, la sombra noble del heredero al trono. Pero hoy, por primera vez, estoy en un evento sin ningún título real. Hoy solo soy Emili, la mesera del restaurante del frente. Y aunque me siento libre, esa libertad me asusta. Me aterra que tanta perfección en esta vida prestada se desmorone en un instante.
Edward me ofrece su brazo y caminamos hacia el salón de fiesta. Me presenta a algunos amigos y compañeros de trabajo, todos encantadores. Después de unos minutos, nos acercamos a la mesa de la comida.
—Un minuto más y muero de hambre —se queja Edward, llenando su plato con chocolates—. Se te nota feliz. Me encanta verte así.
—Estoy feliz. Aquí soy solo yo —le sonrío mientras me observa con ternura—. No existen títulos ni nobleza que contaminen este evento bonito.
—Claro que existen. Está tu hermano, tu prima... y tú —me lanza una sonrisa cómplice—. Solo que