Por mucho que a Damián le disgustase ese asunto, se tuvo que reconocer así mismo una sola y simple verdad:
Él, era un hombre y, ella, una mujer. Por más bien intencionado que fuera, no podía negar que, verla tan inocente y frágil hacia que comenzara a replantearse sus propios límites morales.De modo que, mientras se ponía a la tarea de organizar la improvisaba mesa para la cenar con ella, su mente giró entorno a ese asunto. Sopesó los beneficios de cada una de las posibilidades que se le presentaban.«Si cumplo con el trato de la zorra esa, el mismo al que no di ninguna palabra, podría tener más posibilidades de salir de este agujero y ¿Por qué no? Sacarla a ella de aquí… »Analizó mientras la observaba de reojo acomodar los filetes en sus platos correspondientes. Por mucho que le disgustase todo el asunto y que quisiera salvarla sin que ella sufriera consecuencia alguna, seguía pesando más la indudable v