93. Usted quería que le diera trabajo.

—¡Mierda! —maldijo el hombre moviéndose rápidamente al ver que Ricardo blandía la madera como si de un bate se tratara

—Espere trabajo aquí— mencionó Delfino al darse cuenta de que ni Ricardo o Josefina quien se encontraba tras de él lo había reconocido.

Bueno, quién lo reconocería, era imposible de reconocer, con esa barba y ese aspecto de vagabundo, sin contar la gran cicatriz que uno de los hombres de miguel le había hecho en la cárcel como recordatorio de que debía de guardar el silencio,

—Por favor déjeme explicarme.— pidió el hombre con las manos al frente intentando defenderse.

—Mamá, ¿Quién es ese hombre? —preguntó el pequeño Ricardo a su madre. Preocupado por el aspecto de ese hombre, a su edad todavía no tenía miedo de la gente, todavía no comprendía que había personas demasiado malas, así que podían dañar a los demás, y él solo estaba preocupado porque ese señor vivía en muy malas condiciones.

—No lo sé mi amor, dejemos que tu padre se haga cargo del hombre, primero— mencio
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