Al día siguiente
New York
Karina
Toda la noche la pasé en vela, con la mente dando vueltas sin descanso, pensando en lo que podría sucederle a mi esposo. No consigo quitarme esta inquietud; es como si todo mi ser me gritara que se avecina una tormenta, algo nefasto. La sola idea de perderlo me hace sentir un vacío en el pecho y un nudo en la garganta.
Aun así, esta mañana, como todas, me levanté temprano. Entré en la habitación de Emma y la observé dormir, tan plácida, ajena a toda la realidad que nos rodea. Es lo único que me da un respiro en medio de este caos.
Y este instante después de varias horas concentrada en el trabajo, revisando papeles y pantallas, mi celular vibra con una llamada inesperada: es el jefe de logística de las rutas aéreas.
—Buenas tardes, Srta. Lara. Encontré lo que buscaba. Tengo el nombre de la persona que al parecer estuvo presente cuando hubo pequeñas fallas en las rutas de transporte de los aviones. Como usted me lo pidió, le envié los documentos que lo re