Capítulo 29. El mundo es tan pequeño.
Liam
Llegué a Pearson & Hardman Associates con diez minutos de retraso, una anomalía en mi horario estricto que me hacía sentir extrañamente vivo. El aroma a desayuno quemado se había disipado, reemplazado por el olor pulcro de cuero, papel y ambición que impregnaba nuestra oficina en el piso 45. El rescate de Isabel había sido caótico, pero increíblemente eficiente.
Me dirigí a mi despacho, un santuario de cristal y caoba, pero no antes de pasar por el escritorio de mi secretaria. Le dejé, en agradecimiento tácito por el caos evitado, un café capuchino y un croissant.
Lupita, con su peinado inmaculado y su expresión eternamente profesional, levantó la vista de su agenda. Era la guardiana de mi tiempo, una mujer que no se inmutaba ante la amenaza de un juicio federal. Sin embargo, esta mañana, me observaba con una ceja ligeramente arqueada.
—Buenos días, Señor Sullivan. Diez minutos tarde, ¿es que ha habido un cambio en su estricta agenda? —Su tono era de broma, pero sus ojos eran de