Capítulo — Amanecer de Mates y Risas
La luz de la mañana entraba con descaro por las cortinas de la casa en la costa de Ibiza. El mar rugía suave a lo lejos, recordando que estaban en un lugar inventado para la felicidad.
Alejandro ya estaba despierto desde temprano. La madrugada lo había encontrado en la discoteca cuidando a sus primas, pero, fiel a su costumbre de hombre responsable, no podía quedarse demasiado tiempo en la cama. Con los ojos verdes aún encendidos de vida y el cabello revuelto, salió al patio y encontró a Dante sentado en una reposera con su esposa Jasmin acompañándolo.
—¿Mate, sobrino? —preguntó Dante, con esa sonrisa tranquila de quien siempre tiene un recuerdo a mano.
—Obvio, tío. —Alejandro se acomodó a su lado y tomó el primero.
El vapor del mate se elevó en espiral, mezclándose con la brisa salada del mar. Entre cebada y cebada, los dos comenzaron a hablar de todo y de nada, hasta que el pasado los alcanzó.
—¿Sabés qué me acuerdo? —dijo Dante, mirando a