Capítulo:Promesas

La noche en la casa de los Geórgia terminó envuelta en un aroma irresistible a pizza recién horneada, con botellas de cerveza fría desperdigadas sobre la mesa y un murmullo constante de risas y conversaciones cruzadas. Hubo abrazos sinceros, palmadas en la espalda y promesas de verse pronto, aunque todos sabían que esas promesas, en esta etapa de sus vidas, no eran palabras al aire: eran compromisos que el corazón quería cumplir.

Jasmín, antes de quedarse en su casa, se despidió con esa sonrisa que no pudo disimular. La broma de Dante aún le revoloteaba en la cabeza, pero más que eso, la certeza íntima —casi secreta— de que su novio muy pronto dejaría de ser solo su novio. Cada vez que lo miraba, la palabra “marido” le empezaba a sonar natural, como si ya lo estuviera probando en silencio. Y Dante, sin proponérselo, había hecho algo más que apaciguar a los celosos hermanos de Sol: había abierto el camino para que su hermano Bruno pudiera, al fin, ser feliz con ella