Capítulo 7 – Losa firme, lazos fuertes
La noche en Río tenía ese murmullo cálido que abrazaba los silencios. Desde la ventana de su habitación, Dante Montes contemplaba la ciudad extendida, como una colcha de luces temblorosas y respiraciones lentas. El ventilador giraba suave, y el aroma a cemento seco, sol y mar todavía le rondaba la piel.
Aún llevaba puesta la remera oscura que usó durante la jornada, arrugada por el cansancio, pero no había querido sacársela. Tampoco se había duchado aún. Tenía las manos sobre la nuca, los codos abiertos, los pensamientos en otro lado. En ella.
En Jasmín.
Ese día, todo había sido concreto,pero hubo un momento que no tenía nada de técnico: el instante en que le regaló la pulsera de hilo rojo con el dije de helado de limón.
La tenía desde que la vio en el puesto del Corcovado. No sabía por qué la había comprado en ese segundo. Fue un impulso… o tal vez una certeza silenciosa. Algo en su interior le dijo: “Es para ella”.
Le dijo que fue Bruno e