CAPÍTULO — Samba, Vino y Venganza
La fiesta de inauguración del hotel Cinco Estrellas seguía latiendo con fuerza en cada rincón del imponente salón principal. Las luces, ahora cálidas y envolventes, caían como un manto dorado sobre las mesas decoradas con flores blancas y luces de hadas. El aire olía a champagne, a perfume caro y a sueños cumplidos.
En una mesa cercana a la pista, la familia Montes celebraba como solo ellos sabían hacerlo: con risas, anécdotas y el corazón bien al frente.
Bruno, con la camisa apenas desabotonada y una copa de vino en la mano, se levantó y alzó su copa.
—A ver, familia, atención —dijo, haciendo sonar suavemente su copa con un cuchillo—. Antes de que la emoción o el vino me ablande —bromeó, guiñándole un ojo a su hermana Anahir—, queremos decir algo importante…
Dante, impecable con su camisa blanca arremangada y el reloj que su madre le había regalado cuando se gradúo de ingeniero, se puso de pie a su lado, serio pero con una sonrisa suave.
—Nos