¡Dios, Dios!

01:15 hs. — PERSPECTIVA: Damián.

Tras poco más de hora y media durmiendo, abrí los ojos de golpe y ya no los pude volver a cerrar. Me di la vuelta sobre mí mismo y vi a Salomé sentada en el borde de la cama, aparentemente intentando atinarle a las pantuflas. Estuve a nada de llamarla, a nada de preguntarle a dónde iba a esas horas de la noche, pero preferí callar. Ya bastante difícil había estado siendo la comunicación con ella esos últimos días. Y en más de una ocasión me había pedido que no la atosigara, que la dejara tranquila, que ya se le pasaría el cabreo con el tiempo... Obviamente yo no estaba conforme con esas medidas, pero no me quedaba de otra más que entenderlas y acatarlas.

Salomé todavía me tenía castigado por el suceso con Lau y no había manera de hacerla entrar en razón. Si bien seguíamos hablando igual que siempre, el contacto físico entre ambos había disminuido hasta el mismísimo cero. No me dejaba besarla, tampoco abrazarla, ni siquiera acariciarla. Y todo por una t
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