Naiara
El mundo parecía arder, pero no con llamas como las que se encuentran cerca del sol, sino como esa especie de luz incandescentes que rodea la luna. Mi caballero había viajado a lo largo y ancho del mundo y me contaba de cosas increíbles.
Alguna vez me había dicho que habían luces en la noche, luces misteriosas donde el mundo se acababa, brillaban especialmente en ciertos días fríos, y que era un festín de colores.
Me costaba imaginar y ahora yo sentía que lo veía. Todo pasaba rápido y escuchaba golpear de los cascos de los caballos, se venía a la guerra, algo dentro de mí lo sabía y me decía que era definitivo. Estaba a cielo abierto en una escampada, todo y nada a mi alrededor.
No estaba sola, y a la vez había una fuerza difícil de explicar que me acompañaba, como si la unión de todas las personas se manifestara ahí. La luz prácticamente me cegaba y yo ya no pude ver más. Cerré mis ojos, pensaba solo en los ojos de él. Ese verde pacífico y a la vez indomable.
Me levant