–No, no, no, noooo– Mi propio grito me despertó. A mi lado Milagros saltó de la cama para verme sobresaltada también por mi estallido.
–¿Qué te pasa? –Me preguntó completamente despierta.
Miré a mi alrededor. Estaba sudada, Aun no aclaraba pero ya era de día. La miré a ella en mitad de la tenue oscuridad. Todavía podía sentir el velo rozar mi rostro. Era blanco, suave, casi me picaba y olía a flores.
–Nada, estaba …tuve una pesadilla.
–Si quieres puedes pasarte a mi casa. –Dijo y volvió a tirarse sobre la almohada.
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