Me costó mucho desprenderme de Flor para irme a la casa. Sería solo un momento, no quería imaginar cuando lo hiciera definitivamente.
Llené en un bolso mi ropa sucia y planeaba darme un relajante baño, cambiare luego y regresar.
Reynaldo tuvo la amabilidad de traerme, pero no podía esperarme, así que se fue tranquilo con la idea que mi padre me enviaría con alguien.
En cuanto subí y entré a la sala pude percibir la tristeza, dejé el bolso en el piso y miré a todos lados.
¿Acaso Tomás no gritó que un carro levantaba polvo por el camino?
–¿Virginia? –Milagros apareció por el pasillo que daba a la cocina y corrió a abrazarme. Yo la estreché con todas mis fuerzas. Todas las que tenía retenidas dentro de mí ser mientras estuve en esa casa, los últimos siete días.
Ella no