Por una parte, su lado desquiciado restó importancia al hecho, afirmándose que, si Zoe jamás se enteraba de lo que ocurría con James, evitaría por completo el sentirse dolida y humillada; pero sin duda alguna, su lado moral y recuperado se negaba a desechar seis largos y cautivantes años de maravillosa relación, por una simple e idiota etapa de calentura insaciable.
Ahora, el pelinegro se encontraba entre la espada y la pared, encerrado en un torbellino de ideas que, una vez más, le causaban una terrible migraña. Recordando a carne viva lo que hacía unas horas ocurrió en el salón de clases y, por supuesto, sintiéndose idiota ante aquella terrible y degradadora obra. James era el sujeto más sexy que habrían visto sus ojos en mucho tiempo, pero ese hecho no quitaba el que era su alumno, y también, el que había tirado su profesionalismo como docente por el inodoro.
Siéndose más confundido y angustiado que mucho antes, Sean suspiró, masajeando sus sienes y dignándose a posar su mirada en