Cuarenta y cinco.3

Sebastián titubea un momento.

―Mierda, sí ―frunce el ceño―. No sabía para qué los querían, lo de mis huellas dactilares lo imaginé ―chasquea la boca―. Mi abogado dijo que simplemente los diera y ya...como si supiera que no coincidirían. Dijo: Si lo que dices de ser inocente es cierto, simplemente da el calzado.

―¿Quién era tu abogado? ―inquiere Dalia.

―Un tipo de Andrade-Cruz ―responde dubitativo―. Mi madre quería a Cristóbal Cruz, pero estaba ocupado y mandaron a otro.

Una luz se enciende en mí, Cristóbal Cruz es el abogado que llegó antes de que metiera la pata.

―Miren, he sospechado de los Diener desde el inicio ―explica ansioso―, pero uno de los ayudantes del abogado era Ventura Diener. ¿Por qué estaba ahí? Quería asegurarse de que no hablara. Y ahora con lo que dijo Kendra, entiendo por qué me instaron a entregar los malditos zapatos, él sabía que no hallarían nada. La acusación me quitó amigos y oportunidades, el acosador se aseguró de afectarme lo suficiente, pero sin meterme d
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