OFICINA CENTRAL – EMPORIO CARBONE
Palermo, Italia.
El despacho estaba sumido en un silencio elegante, cubierto por los cristales polarizados que dejaban ver el contorno de la ciudad. La decoración era sobria, masculina. Todo en tonos oscuros, cuero, madera negra, acero, whisky añejo. Un refugio de poder y control.
Vittorio estaba de pie, junto a la ventana, con la mirada clavada en el horizonte, un vaso en la mano. Vestía traje oscuro, impecable. Llevaba la tensión en la mandíbula y un leve temblor en el pulgar que giraba lentamente el vaso entre sus dedos.
La puerta se abrió con suavidad.
—Señor Carbone, el empresario Soto ha llegado.
La secretaria lo anunció con un tono casi ceremonial.
Vittorio no giró inmediatamente. Dio un sorbo a su whisky. Solo cuando escuchó los pasos avanzar hacia el centro de la oficina, se dio la vuelta.
Y entonces lo vio.
Cristian Soto.
Había cambiado. Ya no era aquel joven rebelde, de ojos brillantes y corazón a flor de piel. Era un hombre hecho y derecho