Capitulo Siete

Las rosas nunca han traído la felicidad entre sus espinas. Sobre todo las rojas, que son el color de la sangre y del dolor.

Alondra

De nuevo voy camino al cementerio, pero esta vez a la tumba de mi bebe, las cenizas de mi hijo descansan en un cofre sembrado en uno de los muros designados para tal fin dentro del recinto, una pared inmensa con hermosos grabados, es un columbario especial en el que solo descansan los restos de varios niños, me hace feliz imaginar que mi hijo juega con esos otros niños a su lado. No suelo visitarlo muy seguido, saber que no pude conocerlo por más tiempo, recordar cómo fue concebido y revivir en mi corazón el dolor que significo por tantos años sigue destrozándome. En mi corazón aprendí a amarlo y aunque cada día que pasa deseo que hubiese podido vivir, la verdad es que reconozco que hubiese sido muy difícil para mí aceptarlo del todo.

Tal vez eso me hace mala madre, un hijo nunca tiene la culpa de lo que sucede a sus padres, pero en cierto modo siento que
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