Capítulo 100

—Cariño, estoy en casa, ¿vendrás?

Valentino se quedó idiota, el descaro de esa mujer le freía el cerebro. —¿Estás, demente? ¿Por qué iría a verte?

—¿Por qué somos esposos? ¿Por qué tenemos dos hijas que nos necesitan?

Valentino, apretó los dientes con rabia, nunca se había percatado de esa manera tan sutil que tenía Maritza de manipularlo mediante la lástima.

Hasta ahora, que recién se había percatado.

¿Siempre había sido así? ¿Por qué no me di cuenta? Pensó.

Lástima, eso era lo que le hacía aguantar todas las maquinaciones de ella que en un principio él pensó que se debían a la soledad y el desamor que el sentía en su vida, y sobre todo culpa, culpa por embarazarla, culpa por no amarla como ella se merecía. Siempre se culpó por no darle lo que ella ansiaba. Y esa culpa lo alejaba más.

Pero eso era antes, él regresaba cuando ella se sentía enferma, regresaba cuando lo llamaba porque no podía sostenerse en pie, regresaba cuando ella decía que prefería morir a seguir viviendo esa tortur
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