Me desperté con el cuerpo dolorido a la mañana siguiente. Me dolían los ojos y estaban hinchados de tanto llorar. Puse el reloj para despertarme a las seis en punto para empacar.
Eran las nueve en punto cuando Otto entró en mi habitación y yo todavía no había hecho las maletas.
- Pensé que ya estarías listo. - el dice.
- Estoy tratando de ser rápido.
- ¿Quieres ayuda?
- Sí...
Empezó a sacar las piezas de las perchas y me las iba pasando para que las metiera en mis bolsos. Su cara también estaba mal. Los dos nos quedamos en silencio mientras ordenábamos.
- ¿Aún quieres cambiar tu apellido? - él me preguntó.
- Si me dejas, quiero hacerlo. No fue algo momentáneo...
"Gracias…" dijo. - Pensé que tal vez estaba enojado y por eso me preguntó eso.
- No... Iba a hablar un rato contigo... Pero tenía un poco de miedo.
- No debería... Es un honor para mí que tengas mi apellido.
- Tan pronto como lleguemos, lo arreglaremos, padre.
- No tuve tiempo de comprar los boletos. - el dice. – Vamos al aero