Annabelle.
Bastián me aprieta contra su cuerpo como si yo fuera la única cosa en el mundo de la que pudiera aferrarse, yo sonrió contra su cuello y siento que mi corazón comienza a latir al mismo ritmo del de él. ¡Dios! Lo amo, lo adoro más de lo que he querido nada nunca, creo que en este momento yo perfectamente podría definir a Bastián como mi religión, me encantaría poder adorarlo, besarlo, y amarlo todos los días de mi vida.
– Pensé que no ibas a venir – me dice al oído – no creí que fueras a perdonarme.
–¡Yo jamás he dicho que vaya a perdonarte! – lo molesto y me alejo un poco de él para poder mirarlo a esos bonitos ojos que tiene.
–¿Ya te habia dicho que eres mala, Annabelle Maxwell? – me pregunta con una sonrisa lobuna.
– Si, creo que sí.