Annabelle Maxwell es una de las mejores novicias del convento de la sagrada caridad, ella tiene claro su objetivo, convertirse en monja y servir a Dios el resto de su vida, pero ¿Qué pasará cuando Bastián Jones se atraviese en su camino? ¿Qué hará Annabelle cuando Bastián le demuestre lo bien que se siente convertirse en una pecadora? De la mano de Bastián, Annabelle conocerá cada uno de sus límites y de sus más bajas pasiones. «El corazón del hombre está inclinado al mal, pues bien, después de esa noche el mío se inclinó y se postró a los pies de Bastián Jones»
Leer másAnnabelle.
Una lluvia torrencial cae sobre la campiña, mis pies están empapados y mi uniforme está echándose a perder. Intento levantar mi falda larga color marrón, pero me resulta imposible seguir sosteniéndola, debo sostener la linterna con la mano derecha y con la otra necesito cubrirme de las gotas de lluvia que nublan mi visión.
–¡Padre nuestro! – exclamo mientras la luz de mi linterna se hace cada vez más débil – no me abandones ahora – suplico, pero es completamente en vano. Porque tras un par de chispas de luz la linterna deja de funcionar.
Me quedo completamente a oscuras, gracias al cielo que me sé de memoria el camino de regreso al convento, sin embargo, debo aceptar que la oscuridad, la lluvia y los árboles meciéndose alrededor de la campiña le dan un aire espeluznante al sitio.
– Señor, llévame con bien y permíteme hacer mi trabajo – le rezo a Dios, la hermana superiora me encargó esta semana la vigilancia del convento, debo asegurarme de que no haya nada inusual alrededor de nuestro hogar, y por supuesto no quiero hacer mal mi tarea.
Termino de revisar los alrededores del convento, hasta que siento una presencia detrás de mí, al principio creo que me estoy enloqueciendo, que solo son supersticiones, pero aun a pesar de la lluvia puedo escuchar el sonido de un par de botas pesadas caminando en mi dirección.
Un rayo cae a lo lejos sobre las montañas, haciéndome sobresaltar, el sonido de los pasos se detiene y entonces yo volteo a ver a mi espalda.
–¿Quién está ahí? – grito con fuerza y miro a mi alrededor, pero no soy capaz de divisar absolutamente nada – ¿Quién está ahí? – insisto, pero no recibo ninguna respuesta.
Escucho el sonido de una carcajada de burla y siento que un escalofrió me recorre todo el cuerpo. Entiendo que debo regresar al convento antes de seguir perdiendo mi tiempo, asi que recojo mi falda con mi mano ahora libre y me dispongo a marcharme. Pero algo me lo impide.
– Eh tú – me grita una voz masculina, demasiado profunda para mi gusto.
Yo me fijo un poco más a mi alrededor y me doy cuenta de que hay alguien aquí. La silueta del hombre es extremadamente alta y fuerte, pero ¿Qué hace un hombre a las afueras de un convento de monjas?
–¿Cuál es tu nombre? – me pregunta.
Lo pienso mucho para responder, pero al final lo hago: – Annabelle, mi nombre es Annabelle.
– Irónico – dice burlándose.
Algo me dice que no debo hablar con aquel desconocido, sé que lo mejor es alejarme y volver al convento, pero hay algo que no me deja hacerlo, algo que me dice que responda a todas sus dudas. Ese fue mi primer gran error, no correr en la dirección contraria a él.
–¿Qué es irónico?
– Que siendo una novicia tengas el nombre de un espíritu satánico.
Yo frunzo el ceño y cubro mis ojos para ver si consigo verlo bien, pero me es imposible, él está prácticamente escondido y la lluvia no está muy a mi favor.
–¿Quién eres tú? ¿y qué haces aquí? ¿Acaso pretendes tentar mi fe? ¿Eres el diablo? – pregunto de forma ingenua.
Veo la forma en la que el hombre se aleja de los establos, en donde estaba recostado, y entonces se pone de pie frente a mí, a unos pocos metros de distancia.
–¡Oh no, Annabelle! Créeme, soy peor que el diablo, y si quisiera tentarte no sería precisamente tu fe.
Un rayo vuelve a iluminar la campiña, yo miro al cielo de Lacock que esta noche está enfurecido, la lluvia comienza a cesar y entonces vuelvo a poner mi vista en el hombre, pero cuando quiero verlo nuevamente él ya se ha dado la vuelta y ha empezado a caminar lejos de mí.
–¡Cancerbero! – lo escucho gritar y enseguida un perro alto y un poco flaco se une a él y comienza a caminar a su lado.
Trago saliva y relamo mis labios fríos mientras observo fijamente la forma en la que se aleja de mí, quiero detenerlo, quiero preguntarle quien es él y de donde salió, pero algo me dice que él no va a responder a mis cuestionamientos. Y quiza eso habría sido lo mejor, porque esa noche dio comienzo a una serie de eventos desafortunados que me hicieron caminar descalza por el infierno, y darme cuenta de que quiza y solo quiza, el infierno está en las manos de la persona a la que le entregamos todo. Por completo.
–¡Pero niña! Mira como has llegado – la madre superiora me ve entrar por la vieja cocina del convento y entonces se horroriza al verme completamente empapada – vamos a quitarte esto o te dará un resfriado – ella se acerca corriendo a donde yo estoy y comienza a desvestirme de mi habito, me quita el escapulario, haciendo que mi melena oscura se revele, me quita el resto de la túnica y me da una toalla para que pueda envolverme.
Yo atiendo a sus órdenes y voy a mi habitación, una vez allí dejo que la toalla caiga al suelo y me acerco desnuda al espejo, me observo de los pies a la cabeza y entonces recuerdo su voz, como si se hubiera metido dentro de mi cabeza, puedo escuchar su risa y el sonido de su voz acariciando cada una de las letras de mi nombre.
El corazón del hombre está inclinado al mal, pues bien, después de esa noche el mío se inclinó y se postro a los pies de Bastián Jones. El hombre que logro destrozar mi vida en solo un par de días, el mismo que me llevo al cielo y me dejo caer al más profundo de los infiernos.
Tal vez debí haberle hecho caso a esa voz en mi cabeza que me decía que me olvidara de ese hombre al que conocí una noche de tormenta de noviembre. Pero no lo hice. Bastián me enseño que incluso aunque lo neguemos todos somos pecadores. Él me convirtió en pecadora, y después se burló en mi cara.
Mi nombre es Annabelle Maxwell y está es mi historia.
Annabelle. Abro los ojos con pesadez, me los froto con las manos y adapto mi vista a la oscuridad que hay alrededor, estiro mi cuerpo y apago la alarma de Bastián que no deja de sonar, vuelvo a tirarme en la cama y admiro el bonito rostro de Bastián yo estiro mi mano y acaricio con mis dedos cada una de las facciones de su rostro, acaricio sus cejas pobladas, sus mejillas, su mandíbula en la que tiene una barba incipiente, recorro su cuello y su pecho, hasta que delineo la silueta de uno de sus muchos tatuajes.-¿Qué estás haciendo? – pregunta con la voz pastosa.-Nada – sonrío y sigo acariciándolo con delicadeza, quiero trazar un mapa de su cuerpo, no quiero olvidar nunca a Bastián, no quiero olvidar sus lunares, sus tatuajes o ninguna de sus cicatrices.Bastián abre los ojos lentamente y me mira – ¿Entonces ya me perdonaste?-No &ndash
Annabelle. Bastián me aprieta contra su cuerpo como si yo fuera la única cosa en el mundo de la que pudiera aferrarse, yo sonrió contra su cuello y siento que mi corazón comienza a latir al mismo ritmo del de él. ¡Dios! Lo amo, lo adoro más de lo que he querido nada nunca, creo que en este momento yo perfectamente podría definir a Bastián como mi religión, me encantaría poder adorarlo, besarlo, y amarlo todos los días de mi vida.– Pensé que no ibas a venir – me dice al oído – no creí que fueras a perdonarme.–¡Yo jamás he dicho que vaya a perdonarte! – lo molesto y me alejo un poco de él para poder mirarlo a esos bonitos ojos que tiene.–¿Ya te habia dicho que eres mala, Annabelle Maxwell? – me pregunta con una sonrisa lobuna.– Si, creo que sí.
Bastián. El auto me deja frente al aeropuerto, yo respiro profundo, agarro la pequeña maleta que he traído conmigo y me meto dentro del aeropuerto, donde la gente camina de un sitio a otro esperando llegar a su destino. Miro para todos lados, la estoy buscando, es obvio y no necesito negarlo, quiero saber si está aquí, quiero saber si es capaz de perdonarme y de darme otra oportunidad o si por el contrario ya no hay nada que hacer para salvar esto que nunca tuvimos, pero que a pesar de todo, aun podemos tener.No hay rastro de ella, yo sería capaz de reconocerla en cualquier rincón del mundo, podría distinguir sus ojos grandes y claros mirándome en medio de toda una multitud, podría encontrarla, aunque se tratara de una aguja en un pajar, pero Annabelle no está.Hago todo el proceso en el aeropuerto y me meto en la sala de espera de abordaje, antes de tomar asiento, la
Annabelle. No he podido pegar el ojo en toda la noche, he estado en vela pensando que es lo que debo y lo que en realidad quiero hacer, miles de posibilidades se han pasado por mi cabeza, miles de escenarios en donde a pesar de todo, él y yo logramos salir adelante, incluso con nuestras diferencias abismales y cada una de las cosas en nuestra contra.Ya ha amanecido, el sol se pone al horizonte de Londres, lo cual es muy raro teniendo en cuenta que aquí llueve la mayor parte del año. Yo suelto un suspiro y miro por la ventana de mi habitación, afuera todo parece estar en calma, pero sobre todo, en orden, la imagen me hace sentir extraña por dentro, y no sé que es lo que me obliga, pero sin darle demasiadas vueltas al asunto, voy al baño de mi habitación, me quito la ropa y me meto bajo el caudal del agua tibia.Me unto el cuerpo de cremas, jabones y exfoliantes y me enjuago perfectamente,
Annabelle. No me doy cuenta de que me están temblando las piernas si no hasta que intento caminar, estoy en la mitad de un jodido cementerio, con un boleto de avión en mi mano al lugar al que siempre he querido ir, y con la propuesta de Bastián sonando en mi oído, ¿Irnos juntos? Es una locura. Pero ya tendré tiempo de pensar al respecto, por ahora debo concentrarme en la tumba de mi madre.Nunca creí que este momento fuera a llegar, una parte de mi se había resignado a no saber dónde estaba ella, la parte cobarde mi siempre quiso dejar las cosas como estaban, olvidarlas y no volver a abrir nunca más ese baúl de los recuerdos, pero Bastián lo hizo por mí, y en este momento sinceramente no sé si debo agradecerle por eso, o si por el contrario debería odiarlo.¡Joder! Es que Bastián siempre me empuja al límite, no sé
Annabelle. –¿Esto se trata de una broma? – pregunto después de recuperar el ritmo normal de mi agitado corazón. Bastián me mira serio, no tiene esa expresión picara en su rostro, ¿Esto de verdad está sucediendo?–¡Bastián! – lo llamo.– Si, es enserio – asiente y suelta un suspiro – hace unos días, contraté a un investigador – suelta como si nada, como si eso fuera la cosa mas obvia que pudiera decírsele a una persona.–¿Para indagar sobre mí? – pregunto sintiendo nauseas.– Si, pero no es lo que crees…–¡Oh no! No, tu no sabes que es lo que yo estoy creyendo en este momento – me alejo ligeramente de él y respiro profundo para no matarlo aquí mismo, después de todo, ya estamos en el cementerio, ¿Qu
Último capítulo