Sus dedos juguetones, se deslizan entre sus muslos, Emilio no aparta la vista de su sexo, quiere ver con claridad el grosor de sus labios rosados; con astucia los separa y mira sus pliegues que como pétalos de rosas se abren dejando ver su cartílago rosado.
Coloca su dedo y frota el clítoris que en apenas segundos, se tensa y endurece tanto como su propia polla. Emilio se deleita al sentir como su vagina se contrae y se expande palpitante, ansiosa de sentir su polla dentro.
Al ser acariciada y estimulada por Emilio, la estrecha hendidura de Rebecca comienza a emanar fluidos provocando en la pelicastaña el deseo incontrolable de moverse suave y cadenciosamente, dilatando el placer que le producen aquellas caricias.
Emilio ve como ella reacciona ante sus caricias y como disfruta aquel instante, por lo que detiene sus movimientos y aparta su mano.
Rebecca apreta sus muslos, un tanto desconcertada, mientras siente como su vagina se empapa y el agua de la regadera comienza a salir nu