Observo la nieve caer lentamente, cubriendo la copa de los árboles y las calles como si todo el mundo se tiñera de blanco silencio.El vapor del café se eleva desde mi taza y me trae recuerdos de aquella maravillosa noche con Víctor. Él también había preparado café esa vez… y nos quedamos hablando hasta altas horas, entre risas, miradas cómplices y sonrisas que decían más que cualquier palabra.
Recuerdo cómo me escuchaba, con esa paciencia tan suya, cuando yo decía “nada” para esconder un “todo”.Y cuando por fin me derrumbaba, cuando las lágrimas caían sin control, él simplemente me abrazaba y secaba mi rostro.Su manera de ver la vida, de pensar, de amarme… me asombraba cada día.
No hay nada de él que no extrañe: sus abrazos, su olor, su forma de tomarme por la cintura y apretarme contra su cuerpo hasta sentir que el aire se detenía.Estoy tan lejos del amor de mi vida.Y la distancia me pesa como una piedra.
Hace días que no sé nada de él.Rubén se ofreció a viajar a Buenos Aires para