Nueve

—¿Tú me elegiste verdad? Supongo que eres mi karma, mira cuántas reglas me tienes violando.

Salomé sonrió y cogió la corbata.

Ignacio se sentó, sentó a la pequeña en el escritorio y como si solo estuvieran ellos dos, le dedicó toda su atención, la miraba y no comprendía lo aferrada que estaba ella a él.

Sintió ternura, ella le extendió los brazos, la acercó y ella buscó acomodarse.

—Tiene sueño —dijo Violet, acercándose.

Intentó cogerla, lo único que obtuvo fue una sonrisa esquiva de Salomé.

—Espero no tener que llevarlo a vivir a casa —dijo Violet ante la actitud de su hija—. Dele esto por favor.

—¿Qué es? —inquirió Ignacio mirando el vaso de boquilla.

—Leche, sé cuidar de mi hija, esperaré a que se duerma para poder irnos.

—No, es decir, en cuanto se duerma me gustaría que podamos hablar, deseo hacerme responsable, que lleve mis apellidos, asumiré mi responsabilidad.

—No es necesario, prefiero que se aleje, que mi hija no se siga encaprichando con usted, es mejor ahora antes de que
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