—Edmond.— El nerviosismo en la voz de Caroline era evidente.
Edmond pareció no notarlo cuando preguntó: —¿Qué estás haciendo aquí?—
—Solo vine a hablar con Belinda—.
—¿Sobre qué? Porque fue perfectamente claro esta mañana. No te dejaré usar a Anthony como una especie de conejillo de Indias—.
—Por supuesto que no. Por supuesto que no espero eso, Edmond. Y me rompe el corazón que tenga tanto miedo de tu padre. Pero sabes que tu padre no está bien, y después de años sin ninguna pista, finalmente tenemos una idea de lo que podría llegar hasta él—.
—Sí, ya escuché todo eso. Y no he cambiado de opinión. Y si la voz de un niño o un niño pequeño es un detonante para él, entonces busca a otro niño. Anthony ya ha pasado por suficiente. No va a ser él—.
—Edmond, por favor, solo escúchame. Todo lo que te pido es…—
—¡No!—
Era lo más fuerte que Belinda había escuchado gritar a Edmond, y su voz retumbante los asustó a ella y a Anthony. Sabía que era hora de distraerse o de terminar la visita de Caro