—Tranquila, Lili. Ya todo está bien, su enojo ahora es conmigo, no contigo. Tú sólo recibes órdenes —en su oficina, Zack intentaba consolar a la asustada muchacha.
Liliana se limpió las lágrimas y asintió.
—¿Sheily alguna vez se sobrepasó contigo? —quiso saber él. Los ojos de Liliana se abrieron como platos—. Me refiero a si ejerció violencia física, no pienses mal.
—No, nada de eso, pero sus palabras... Cuando se enoja no controla lo que dice y eso puede doler más que un golpe. En fin, debo seguir trabajando.
—Sí, así debe ser —suspiró Zack—. El show debe continuar —agregó una vez que se quedó solo.
Volvió a sentarse, pensativo. Miró la foto familiar que había sobre el escritorio, su padre, su madre y él, una bella familia rota por una traición, fantasmas de los que ya sólo quedaba él.
*—Oh, sí... Lo haces tan bien, no te detengas —gemía la mujer rubia, retorciendo las sedosas sábanas entre sus dedos, estremecida por las incesantes embestidas de su vigoroso amante.
—Yo igual quier