Nick no durmió esa noche. Cada vez que cerraba ojos, veía rostro de Ricardo. No el Ricardo controlador de meses recientes. El de cuando Nick tenía siete años, enseñándole a montar bicicleta. Paciente. Casi amable.
Luego veía otro Ricardo. El que había pagado a Manuel para destruir su felicidad. El que había conspirado con Sofía. El criminal arrestado.
¿Cuál era real? ¿O ambos?
A las 5am, Michaela lo encontró en balcón, mirando ciudad despertar.
—No dormiste. —No era pregunta.
—No pude. —Nick la jaló cerca, necesitando calor contra frío de madrugada—. Michaela, ¿cómo perdonas lo imperdonable?
—No lo sé. —Honesta—. Pero sé que no perdonar te come vivo. Mi madre me enseñó eso.
—¿Tu madre perdonó a Alberto? ¿Por golpearla?
—No perdonó acciones. Perdonó persona. —Michaela se volvió hacia él—. Me dijo una vez: 'Perdón no es decir que estuvo bien. Es decir que ya no dejaré que me defina.' —Pausa—. Tal vez no perdonas a Ricardo por él. Lo perdonas por ti. Para dejar ir veneno.
—Suena como hal