VINCENT
Me quedé mirando la puerta por la que Havana se fue como si fuera a reabrirse sola y devolverme la dignidad que acababa de perder.
Spoiler: no lo hizo.
En vez de eso, me serví otro whisky, me senté en mi sillón favorito del salón de los miembros fundadores del club —un lugar que huele a cuero caro, secretos y decisiones cuestionables— y me pregunté cómo demonios terminé en esta situación. Otra vez.
Porque, claro, uno pensaría que después de una relación desastrosa con una mujer como Juliette, uno aprendería algo. Spoiler número dos: tampoco lo hice.
Juliette era fuego. Havana, en cambio, era… tormenta eléctrica. Belleza salvaje, energía caótica, palabras que cortaban más que las miradas. Me encantaba. Me aterraba. Me tenía completamente jodido.
Y lo peor era que estaba empezando a importarme más de lo que mi historial emocional podía manejar. Porque no era solo deseo —aunque Dios, eso abundaba—. Era cómo me miraba cuando pensaba que no la estaba observando. Era la forma en que