Tenía ganas de darle la trompada que se merecía, ¡por bruto! pero se aguantó porque no iba a resolver absolutamente nada con eso ahora.
Le quitó el estuche a Leo de nuevo y se lo llevó a la terraza. Lo sentó de vuelta en la butaca, le sirvió otro vaso de whisky y lo instó a empezar.
—No omitas ni un solo detalle, muchas cosas dependen de esto. —Leo hizo ademán de preguntar pero su amigo lo calló—. No, no preguntes, no voy a decirte nada hasta que termines de contar, de lo contrario vas a parcializar tu historia inconscientemente, y quizás la adaptes a mi hipótesis, y así no puede ser. ¡Ahora bebe y cuenta! ¡Ya!
Leo asintió, respirando hondo para concentrarse.
—¿Por dónde empiezo?
—Empieza por el día exacto en que Mía llegó a Ushuaia —pidió Leo