CAPÍTULO 31. NO QUERÍA QUE TE SEPARARAN DE MÍ.

Leo creyó que su madre se desmayaría en ese mismo instante, pero Alessandro pasó el brazo alrededor de su cintura y la estrechó contra su cuerpo con actitud posesiva. Besó su frente y le acarició la mejilla con dulzura. Estaban frente a frente con una imagen a la que habían temido toda su vida, y lo único que podían hacer era permanecer juntos y confiar en todo el cariño que habían puesto en su hijo.

—Te dije que esto iba a pasar tarde o temprano, amor —murmuró en su oído—. Parece que ya es tiempo. Ven, siéntate, vamos a contarle.

Gaia asintió con los ojos empañados por las lágrimas y Alessandro se dirigió a su hijo y a su amigo con un gesto severo.

—Esto es lo que va a pasar —advirtió señalando a su hijo con el índice levantado—. Yo voy a traer una botella de…

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