Despierto con la luz entrando por la ventana. Mi cuerpo está cubierto de sudor, tengo mucho calor, me siento mareada y con bochornos. Trato de moverme pero Aquiles me tiene prisionera de su enorme cuerpo.
—Aquiles —digo quejándome pero sus brazos siguen abrazados a mí—. Aquiles.
Empujo su cuerpo con todas mis fuerzas y consigo que gruña.
—¿Qué? —dice medio dormido y siento como sus brazos me liberan—. ¿A dónde vas?
Camino hacia el baño y las arcadas no me dan tregua. Me siento caliente, siento como el sudor cubre mi cuerpo y escurre por mi frente.
—Hey, ¿estás bien? —niego