Anna, una joven soñadora y romántica, anhela casarse con el apuesto príncipe Rodrigo y convertirse en la futura reina. Sin embargo, su destino da un giro inesperado cuando una difícil situación con la Reina Emma II, madre de Rodrigo, le arrebata la oportunidad de casarse con el amor de su vida. En un giro sorprendente de los acontecimientos, la reina Emma II decide que sea Elisa, la hermana menor de Anna, la elegida para casarse con el príncipe Rodrigo. El matrimonio se lleva a cabo con una gran celebración; pero la felicidad de la pareja se ve truncada cuando la joven sufre un terrible accidente mientras monta a caballo. Es entonces cuando la lealtad y el amor fraternal de Anna se ponen a prueba. Obligada a cuidar de su hermana herida, Anna se enfrenta a una encrucijada emocional entre sus sentimientos por el príncipe Rodrigo y su deber de proteger y apoyar a su hermana Elisa en su recuperación. A medida que Anna se sumerge en esta compleja situación, se ve obligada a confrontar sus propias emociones y deseos, al tiempo que lucha por mantener la lealtad hacia su familia y sus propios valores. ¿Será capaz Anna de encontrar el equilibrio entre el amor, la lealtad y la responsabilidad, o sucumbirá a las fuerzas de un amor prohibido?
Leer másJusto en ese momento la puerta se abre, su mirada de sorpresa es simplemente mi mejor venganza. Ansiaba ver ese gesto en su rostro, llevarlo al mismo límite de sus emociones, las mismas que sentí yo, al saber de su traición. Sabía que le dolería ver que su mejor amigo y yo, estábamos juntos.
Antuam se levanta tratando de darle explicaciones de lo que realmente no necesita ninguna aclaratoria. Lo miro fijamente y con frialdad le digo:—¡Somos amantes! —Rodrigo me lanza una mirada de desprecio, me sujeta de ambos brazos sacudiéndome con fuerza.—¿Cómo has podido, Anna?Antuam aprovecha el descuido de su gran amigo para escabullirse de la situación, mientras Rodrigo sale enardecido detrás de él, yo solo sonrió. Era lo único que esperaba. Me coloco el vestido sin apuros, con absoluta parsimonia. Aunque me encantaría saber que le está diciendo, prefiero disfrutar de aquel dulce sabor de la venganza. Salgo de la habitación y camino por el largo pasillo, como si nada hubiese ocurrido minutos atrás.Quizá pensarán que soy cruel y despiadada. Su opinión cambiará cuando les cuente mi historia y por qué decidí vengarme del único hombre que he amado toda mi vida.Soy la segunda de cuatro hijas, mi madre es apenas una moledora de trigo para el pan que luego amasa y prepara para venderle al rey, y mi padre el mejor herrero de la comarca. Mientras ellos se encargan de trabajar para mantenernos, nosotras permanecemos largas horas en nuestra habitación leyendo las historias de las grandes mujeres que lograron casarse con reyes de la monarquía española. Una especie de adoctrinamiento subliminal que nos dice muy claramente que es lo que debes hacer si deseas estar casada con alguno de los príncipes más importantes de España. Sin embargo, no me agradan las historias de reyes con mujeres sumisas; quiero ser reina, pero ir más allá de ser doblegada por alguno de ellos.Ese fin de semana en el palacio, se realizará la gran fiesta, el príncipe Rodrigo y próximo heredero al trono, elegirá a su futura esposa. Bueno realmente, es su madre, la Reina Emma II quien la escogerá, por lo que resulta más fácil caerle bien a la Reina, que al mismo príncipe.Tanto yo como mis hermanas, soñamos ser la esposa del príncipe Rodrigo.—Hijas, pronto vuestro padre os llamará para saber cual de vosotras será la ideal para el príncipe Rodrigo, así que es mejor que estudien bien todo lo que habéis estado leyendo. El príncipe quiere una mujer culta, pero además que sepa respetarlo y obedecerlo.Teresa, Martina y Elisa serían las mujeres perfectas para él, han estado todas las noches memorizando sus libros de modales y buenas costumbres, mientras yo leo mi libro de poesía de Dostoievski. Quizá suene cursi, pero sí, creo en el amor y que nada puede ser más fuerte que él, nada.Luego que mi madre sale, ellas se disputan el trono, insultándose una a la otra, recurriendo a mí para que desempate el juego.—Yo me quedaré con el príncipe, soy la mayor de las tres, me corresponde a mí, ser la reina. —exclama Teresa.—Olvídate de ello, soy más joven que tú y por lo tanto más guapa. —discrepa Martina.Teresa la toma del cabello, y ambas luchan como tontas. Elisa ríe sin parar. Luego Teresa la mira con repulsión y termina enfrentándose a ella.—¿De qué te ríes? Te crees la mejor, verdad. —increpa a la menor de las hermanas.—No, no me creo la mejor, pero soy la más astuta y sé que lograré casarme con Rodrigo.Las miró y sonrío.—Anna, di tú ¿Quién de las tres es la más hermosa de todas para casarse con Rodrigo?—Todas tres son igualmente hermosas, creo que será difícil para él escoger entre alguna de vosotras.Cada una de ella, mira a la otra por encima del hombro y refunfuña "Humm".Yo me recuesto, apago la luz de la lámpara y me quedo en silencio, viajo en el tiempo a través de mis recuerdos, reviviendo aquella tarde de verano.Tres años atrás…En ese entonces, apenas tenía trece años, al igual que lo soy ahora, suelo ser la mas madura de todas mis hermanas. Mi madre me pidió que esa tsrde, la acompañara al campo para recoger el trigo. Tomé una de las cestas y salí junto a ella. El sol era algo fuerte, por lo que acomodé lo más rápido que pude la cantidad de trigo que ocupaba mi cesta. Mientras mi madre seguía cortando las ramas. Yo caminé hasta el río para lavar mis manos y mi rostro.Me acerqué a la orilla, mojé mis pies y sentí el agua tibia humedecerlos. Lentamente me fui adentrando al agua como hipnotizada por aquel lugar, la tela húmeda de mi vestido se acicalaba a mi cuerpo, el sol iluminaba mi rostro. Me encantaba escuchar el canto de los pájaros al atardecer. De pronto oí el tropel de los caballos acercándose, así que me apresuré a salir de allí y traté de ocultarme detrás de una de las rocas que rodeaban el río.Mi corazón latía apresurado cuando vi al apuesto hombre que se lanzaba del caballo acompañado de uno de sus sirvientes.—¡So caballo, so! —el hermoso alazán de pelaje oscuro resplandecía con los rayos del sol poniéndose.— Demos de beber agua a los caballos —Lo oí decir.Pensé en huir de allí, hasta el lugar donde estaba mi madre; di el primer paso, pero mi pie resbaló y caí nuevamente al agua.Él se giró hacia mí, se quitó las botas, le entregó las riendas del caballo a su criado y se lanzó al agua casi sin parpadear. Lo vi aproximarse e instintivamente cubrí mi pecho con mis manos ocultando la desnudez de mis senos.—¿Quién eres? —preguntó sonriéndome, mientras me sujetaba del brazo.—Soy Anna, su majestad. —comencé a titiritar, y no sabía si era el frío o su presencia lo que me hacía estremecer.—Bonito nombre, Anna. ¿Eres la hija del herrero? Verdad. —me preguntó y eso me llenó de emoción ¿Cómo, me conocía?, me apresuré a responderle.—Sí, su majestad.—¡Príncipe! —le gritó el criado desde lo alto.— ¿Necesita ayuda?—No, no te preocupes Cleotaldo. Ya subo. —respondió y se volteó a verme— ¿Qué haces sola por estos lados?—No, no estoy sola; estoy con mi madre. —respondí con voz trémula.Me ofreció su mano, la sostuve y sentí que él me sostenía el alma. Entonces subió y yo detrás de él, avergonzada de la tela transparente que se amalgama a mi cuerpo. Al llegar a la parte de la colina, me miró sonriendo. Yo me ruboricé ante su hermosa sonrisa.Fue entonces cuando acarició mi rostro y me dijo:—Eres una hermosa niña.Y si el sol es tibio, aún más lo eran sus suaves manos.—¡Anna! —el grito de mi madre me sacó de aquel embeleso.—Es mi madre, debo irme. —no dije más nada y corrí hacia el campo después de recoger mi cesta.Mientras me alejaba sentía su intensa mirada persiguiendo mis pasos, hasta que desaparecí, y me encontré con mi madre, viéndome más que preocupada.—Anna, cariño. ¿Otra vez en ese río? Vas a resfriarte —me regañó, en tono cansado, pero yo estaba tan encantada con mi reciente encuentro que no tuve ánimos de explicarle lo que había pasado, pues mis pensamientos solo podían dirigirse a la cálida mano del príncipe, y la forma en que me sentí a su lado; algo nuevo, algo que me removió el pecho.—¿Te encuentras bien, madre? —le pregunté cuando regresamos a casa, y la vi callada y sudorosa—. ¿Madre?Rápido la tomé en mis brazos antes de que cayera al suelo. De inmediato mis hermanas menores llegaron hasta nosotras para ayudarme a llevarla hasta su habitación. Al encontrarnos allí, Teresa, mi hermana mayor, dejó de perfeccionar uno de sus vestidos y regresó con paños y té natural.—Tranquila madre. Estás agotada, es todo —expresé, preocupada.—Pues… por el pueblo se escucha que hay una enfermedad que es mortal...—¡Elisa! —Todas le gritamos en reclamo, pues al ser la meno, solía ser un poco inoportuna.—Tranquilas. Estaré bien antes de que el sol vuelva a salir —mi madre declaró—. Pero Anna, por favor lleva el pan al palacio real. El rey espera por él, y no tengo energía para llevarlo.—¿Pero por qué siempre debe ser Anna la que vaya? —reprochaba Martina, con cara larga.—Porque Anna conoce a los cocineros del reino. Si quieren ese privilegio deberían ayudarnos más en el campo, ¿no creen?Todas mis hermanas se vieron a las caras, así que vi a mi madre verme de reojo, y entonces sonreí, feliz, porque tal vez podría ser una nueva oportunidad para ver al príncipe.En menos de dos horas, después de cambiar mi vestido mojado a uno limpio, floral y bastante cálido, me encontraba con la gran cesta de pan fresco en una de las puertas del palacio. No era la primera vez que iba, pues a veces solía ir con mi madre mientras me quedaba fuera, viendo con admiración las grandes estructuras en donde habitaban las personas más importantes del reino, entre ellos, el príncipe que conocía ya.—Buenas tardes, señorita. Veo que viene usted sola, ¿y su madre?—Se ha quedado en casa, señor. Vengo a entregar el encargo del rey y la reina.El mismo hombre, quien era uno de los ayudantes de la cocina, me sonrió amablemente, me dejó entrar, y quitó la cesta de pan de mis manos para envolverlos en una mucho más fina y costosa; luego, me extendió el dinero, entonces lo conté.—¿Por qué lo cuenta?, ¿acaso cree que voy a robarle?, ¿quién cree que soy?—Un ayudante de cocina, no menos que yo —dije sin más, molesta por su tono de voz.El hombre me examinó de abajo arriba con el rostro entre enfurecido y atento, me sentí incómoda, así que me dispuse a salir, pero este decidió abrir su bocota.—Mujeres... No importa cuan joven o cuan altaneras sean, todas se rinden a nuestros pies.—¡En sus pies la bosta! —le dije indignada.Fue entonces cuando el hombre me tomó del brazo de forma grotesca, y ante mis gritos e intentos de zafarme, una de las mangas de mi vestido floral se rompió, dejando todo mi hombro izquierdo descubierto.—¿Qué está pasando aquí? —La voz detrás de nosotros me hizo estremecer. Al cruzarme con su mirada un tsunami me invadió por completo.—¡Estás hermosa Anna! —dice Martina mientras me ayuda con la larga cola del vestido que diseño para mi casamiento con Rodrigo. Es el vestido de novia más hermoso que he visto, toda una obra maestra de la alta costura, diseñado y confeccionado por mi hermana. El diseño es una sinfonía de encajes, bordados y pedrería, que resplandecen bajo la luz de las velas y los candelabros del salón principal del palacio. El vestido, tiene un corte clásico y elegante, presenta una falda voluminosa y una cola majestuosa que se despliega con gracia por el suelo del salón, añadiendo un toque de majestuosidad. El escote, adornado con encajes y detalles florales, realza la delicadeza de su cuello y hombros, mientras que las mangas largas y ajustadas añaden un toque de elegancia único.La ceremonia se lleva a cabo en el jardín del palacio real, quiero que mi pueblo esté presente en ese momento tan especial de mi vida, al igual que toda mi familia, los Moguer y los Fernández de Córdoba.
—¿Le darías una oportunidad a este amor, Emma? —ella lo mira fijamente, puede ver en sus ojos que no miente.Siempre había sido rígida en sus decisiones, una vez que tomaba una decisión no cambiaba de parecer. Era analítica e incluso intransigente consigo misma, pero eso no le había llevado a la felicidad, ni siquiera el tener el poder y la fortuna que poseía. Era el momento de pensar en lo que sentía y no en lo que debía hacer.—¿Qué me ofreces a cambio? —pregunta en tono pícaro.—Te doy a cambio mi vida, los mejores años de ella. Aunque no esté tan joven como antes. —Nada de eso me importa, para mí siempre serás aquel joven del que me enamoré mientras iba a tu habitación para llevarte la ropa que usarías en alguna celebración y te veía cambiarte frente a mí. —¿En serio me deseabas desde ese momento? —pregunta algo sonrojado.—¡Sí! —contesta parcamente mientras rodea con sus brazos su cuello y sus labios se unen a los suyos.Aquel deseo que había entre ellos, era tan intenso
El enfrentamiento con Rodrigo y la decepción por la traición de Juan Carlos hace mella en las fortaleza de Emma quien siempre había sabido manejarse emocionalmente y controlarlo todo. Mas, ahora se sentía tan vulnerable con todo lo que estaba pasando a su alrededor que de pronto su cuerpo comenzaba a pasarle factura. Estaba exhausta y su sistema inmunológico estaba siendo atacado por una virosis inusual, fiebre, congestión y un dolor en el cuerpo que no la dejaba dormir aunado a esto, dificultad para respirar. Las cortinas de su habitación permanecían cerradas al igual que las ventanas para evitar que entrara alguna ventisca y empeorara su situación.Angustia en su pecho y tristeza en su corazón era realmente el diagnóstico que el médico detectaría si para aquella época se hablase de ansiedad y depresión. Anna se ocupaba de estar con ella, de acompañarla y cuidarla. Ahora que Hernán no estaba y que María había huido con el príncipe Hans, encontrar personas de confianza era una tare
Desconcertado, toma la carta en sus manos. Y al pasar los segundos, las lágrimas caen por sus mejillas cuando la verdad se revela ante sus ojos con aquellas palabras. Se trata de Hernán, contándole lo que ocurrió hace años, cuando María estaba muy pequeña. La esposa de Hernán estaba embarazada, y su embarazo había estado lleno de complicaciones; al mismo tiempo, la reina Emma también lo estaba de su primer hijo, pero aquella noche en que ambas mujeres en diferentes camas daban a luz, sólo un bebé nació con vida, y sólo una madre sobrevivió.Flashback.—Hernán… —Emma lloraba, devastada por la perdida de su hijo—. Por favor… Eduardo volverá a abusar de mí en cuanto vuelva de su viaje si le digo que el bebé ha muerto ¡Él quiere un heredero! ¡Hernán! ¡Yo cuidaré de él! ¡Algún día será el Rey de la monarquía y tú siempre estarás allí para verlo! Puedes estar con él en cada momento Hernán ¡Ni a ti ni a tu hija María les faltará nada! ¡Te lo prometo, Hernán! Por favor… dame a tu bebé…H
Una vez que José ayuda a recoger el desastre, recuerda que la misma María le dio una carta para entregársela a Hernán, así que este se escabulle para buscar al mayordomo.—¡Don Hernán! ¿Qué le ha pasado? —cuestiona al entrar a la habitación de éste.Hernán le hace una seña, sintiéndose tan débil. Tiene tanto miedo de que Emma le haga algo a María después de todo lo que él ha hecho por ella.—El Doctor estaba por atenderme pero algo pasó con la reina, ¿la has visto? —dice sentándose en la cama.—Sí, don Hernán ¡Ella se ha desmayado después de un ataque de ira! Pero Don Hernán… En la madrugada la señorita María me hizo jurar que le daría esto sin que nadie más supiera…José le extiende una carta al mayordomo, y éste siente las lágrimas salir sin poder detenerlas aún sin leerla.—Gracias, José. Déjame solo por favor, juro que estaré bien…Ante aquello el ahora cocinero se va.En tanto, Hernán lee con tristeza la carta de despedida de su hija, la abraza con dolor. En ella sólo se
El cochero y el capitán Finn bajan del carruaje en medio del camino para darle privacidad a los amantes para que puedan vestirse y prepararse, pues en unas horas llegarán al puerto español.Hans y María se ven a los ojos mientras se ayudan a cambiar entre sí y no pueden creer que realmente estén huyendo.Flashback.Hans se encontraba bastante inquieto y angustiado por todo el peso que caía sobre sus hombros.¿Debía traicionar por amor o morir por lealtad?Sabía que la vida con Anna no iba a estar llena de amor y que eso lo mataría lentamente, pues habiéndose casado con ella jamás podría volver a tocar a María. No. Él no podría hacerle eso a ninguna de las dos. No era justo.Así que tras llorar por la frustración, y ver a su amada a los ojos, pensó en sus padres, y encontró el valor.—Mi dulce María… —Puso las manos de ésta sobre su rostro, sintiendo su calidez—. ¿Recuerdas cuando te dije que las personas desdichadas tendrían su recompensa por haber sufrido tanto? —María asintió
Último capítulo