Ángel de la Salvación

La rusalka no dijo nada más que verme fijamente, con esos ojos verdes brillando maliciosamente, seguía jugando con el agua, y yo mirando sus dedos moverse en formas circulares, para entonces no sabía que eso significaba que estaba llamando a sus compañeras que surgían las cabezas como de las tortugas del caparazón, debí haber nadado sin parar, pero no lo hice, ahora estaba rodeada por seis o siete de ellas; que tenían cabellos de colores, piel pálida, ojos iguales a la de la primera, vestidos de flores de pantano, algas, o cualquier cosa. Todas mirándome como alimento delicioso.

Toda esperanza me había abandonado.

Me giré de un lado y ahí estaba una, me giré del otro y ahí estaba otra, estaba rodeada por ellas, no era un hombre pero sí un alimento para ellas, recordé lo que el tío Cedric me había dicho: se alimentan de la juventud y la be

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