Atrapados

—No te acerques. —Expuse, poniendo el Libro sobre mi regazo, aun siendo grande seguía estando pesado.

—Descuida, no quiero tocarlo, solo... —dijo alzando sus manos.

—Juré que no dejaría que ningún ángel caído bueno o malo pondría sus manos —le interrumpí.

—Lo sé. Pero quiero decirte algo por si todo sale mal, ¿confías en mí? —Me preguntó sentándose a mí lado, viendo el libro.

Asentí.

—Lo que buscan no es el Libro de Enoc en su totalidad, sino lo que tiene en una de sus páginas: El Libro del ángel Raziel, los Misterios del Cielo.

—Eso es lo mismo que dijo mi padre —dije observando, pasando mis dedos sobre el marco del libro, se veía tan antiguo ahora, la pasta era dura, los bordes fríos por el bronce, las líneas garabateadas en ella,

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