—Christian, necesitamos cobertura. Ellos no deben sospechar nada —dijo Eryx, su voz firme como un látigo.

—Entendido —respondió Christian —Voy por el flanco este. Tienes vía libre para acercarte.

Eryx condujo con precisión quirúrgica, acercándose al vehículo con cada segundo aumentando la tensión. Su mirada estaba fija en la escena, cada detalle grabado en su mente, cada gesto de los secuestradores, cada movimiento de la niñera. Su cuerpo estaba tenso, sus músculos preparados para cualquier confrontación, su mente calculando cada posibilidad de rescate.

Finalmente, se detuvo detrás del vehículo, el motor apagado, y respiró profundo. En ese instante, toda la furia, el amor y la protección que sentía por Shaya y Eidan se concentraron en un solo objetivo, rescatar a su hijo y asegurarse de que nadie pudiera tocarlo jamás.

—Eidan… papá está aquí —susurró, más para sí mismo que para el mundo, mientras el plan de rescate comenzaba a ejecutarse con precisión militar.

La tensión era insoporta