Esa misma noche, Dolores ordenó que el plato original de Valeria fuera llevado en secreto a los alquimistas reales para ser analizado. Los resultados confirmaron sus sospechas: el guiso estaba envenenado.
Dolores y Amira informaron de inmediato a Faruq, quien, al escuchar la noticia, sintió una mezcla de ira y tristeza. “Esto no puede quedar impune,” dijo. “Las consortes han cruzado una línea. Si no las detenemos ahora, seguirán conspirando.”
A la mañana siguiente, Faruq convocó a las consortes a la sala del trono. Samira y sus aliadas llegaron con expresiones de falsa inocencia, pero su confianza se desmoronó cuando Faruq presentó las pruebas del veneno.
“Han traicionado no solo a mi esposa, sino a la memoria de mi padre,” dijo Faruq, su voz resonando con autoridad. “Por sus crímenes, serán desterradas del palacio y sus títulos serán revocados. Nunca volverán a pisar estas tierras.”
Samira intentó defenderse, pero Faruq no le dio oportunidad. “Llévensela