El avión aterrizó con suavidad en la pista, pero dentro de mí todo se sentía como una turbulencia interminable.
Después de semanas en Italia, volver a la ciudad era como despertar de un sueño demasiado hermoso, demasiado efímero.
El viaje había sido una burbuja de calma, un respiro después de años de correr, de luchar, de sobrevivir.
Pero la realidad siempre encuentra la manera de alcanzarnos.
Santiago estaba sentado a mi lado, con la mirada fija en su teléfono, sus dedos deslizándose por la pantalla con la eficiencia de alguien que ya había vuelto a su mundo de responsabilidades y estrategias.
Suspiré, apoyando la cabeza contra el respaldo d