Había un asunto pendiente, una oscura presencia que debía ser enfrentada. Era esa maldita mujer atada en el sótano, sufrimiento y desesperación era lo que era.
Al acercarme, su olor repugnante y la visión de su cuerpo magullado e inmundo invadieron mis sentidos. Estaba rodeada de su propio excremento, su condición era deplorable.
—¿Cómo te sientes después de la pérdida de tu amado? —preguntó con un tono burlón.
Una risa insana escapó de mis labios mientras observaba su angustia.
—Deberías haber apretado el gatillo una vez más, tal vez más cerca de su corazón para que muriera de una vez —continué, con un toque de locura en mi voz.
Ella empezó a reír, con una risa que pronto se convirtió en lágrimas.
—Eres una... —intentó decir, pero la interrumpí con furia.
—Cállate —le di un giro brusco y le introduje en la boca la comida que Damián había dejado para ella.
Tuve que usar guantes para protegerme de la repugnancia de alimentarla con ratas, criaturas que aún se movían y se retorcían mient