Obligada a Casarme con el Rey Alfa
Obligada a Casarme con el Rey Alfa
Por: Alexys J Black
1: Invasión

Al caer la media noche acompañada de una feroz tormenta, los gritos, aullidos y destrozos llenan la atmósfera de todo el pueblo. Mamá y yo nos encontramos en la torre sur del castillo. En medio de la desesperación corrimos escaleras abajo con la esperanza de ocultarnos antes de que fuera demasiado tarde.

Justo al llegar a la cocina, esta se encontraba totalmente vacía, a este punto todos esos gruñidos y gritos desgarradores en señal de muerte y desesperación ya se oían dentro del palacio.

—Siria, quédate aquí— Ordena mamá abriéndome la puerta de la alacena.

—¡Mamá, no! ¡No te vayas! — Le suplico, gritando en susurros húmedos, apenas audibles.

—Todo estará bien, solo voy a distraerlos para que no te encuentren— Asegura abrazándome con fuerza —Y siempre recuerda que no debes usar tus poderes en público, no dejes que nadie se entere de quién eres y no uses tus habilidades para el mal. Te amo pequeña— musita, dejando un casto beso sobre mi frente para luego cerrar la puerta.

—Yo también te amo— Susurro con la esperanza de que me haya oído, mientras me apoyo al muro detrás de mí y me dejó escurrir hasta el suelo.

Pasada media hora, todo el ruido aterrador había cesado por completo, como si el mundo que conocía se hubiera esfumado, me levanto y acerco mi oreja a la puerta para intentar escuchar si hay ruido afuera, pero, lo que escucho son pasos, acercándose acompañados de carcajadas tenebrosas y respiraciones aceleradas; aterrada doy un brinco hacia atrás y choco con un estante, haciendo que todos los frascos se caigan con estruendos sordos al estrellarse contra el frío suelo de piedra lunar.

—¿Escucharon eso? ¡El ruido proviene de allí dentro!— Exclama una voz femenina, la cuál estaba peligrosamente cerca, tanto que incluso puedo ver su sombra bajo la puerta y mi corazón da un vuelco al saber que me encontraron.

Una segunda sombra se detiene frente a la puerta, se detiene un momento y luego se mueve rápidamente. Lo próximo que ví fue como de una patada la cerradura de la puerta se hizo pedazos.

—¿Creíste que no te encontraríamos, pequeña rata? — Pregunta, con sorna, la loba que había escuchado antes mientras me sujetaba el cabello y me sacaba a tirones del pequeño cuarto.

Al soltarme caigo de rodillas al suelo y siento como la piel que las cubría se rasga libremente haciéndome gritar de dolor, de nuevo tiran de mi cabello obligándome a levantar la cara mientras me apuntan a la frente con una ballesta cargada, lo cual me parece gracioso, ver a unos lobos usando las mismas armas que usan para cazarlos y se me escapa una leve sonrisa.

—¡¿De qué te ríes m*****a, imbécil?!— Espeta la loba dándome un golpe en la cabeza con la misma ballesta.

—¿Dónde está mi mamá? ¿Qué hicieron con ella?— Pregunto temiendo lo peor.

—¿Tu mamá? ¿Ustedes vieron una mamá entre las personas que asesinamos?— Vocifera burlona dirigiéndose a sus secuaces.

—No lo sé, no pregunté antes de matar a quien se me atravesó— Chistó uno de sus acompañantes.

—¡Lucas, Lucas! ¡Ayúdame por favor! ¡Alguien que me ayude!— Suplico a gritos con la esperanza de que mi mejor amigo pueda oírme.

—¡Lucas, Lucas!— Chilla burlona imitando mi expresión.

A este punto ya me ha quedado claro que la mujer es la líder de los otros dos que la acompañan.

—¿Sargento que haremos con ella? — pregunta el otro de sus perros falderos, al ver que me recompongo mirándolos con ferviente odio.

—La llevaremos como premio, un tributo para nuestro alfa, sabes que le gusta comerse sus trofeos luego de un triunfo— Responde la loba.

—¡¿A dónde me llevarán?! ¡Déjenme ir!— Grito intentando escapar, pero la loba fue más rápida que yo y me derribó de un solo golpe.

—Ya duérmela, quiero largarme de esta pocilga— Ordena la loba.

—Perfecto— sonríe el otro perro faldero, mientras toma un puñado de algo del saquito que cuelga de su cinturón de municiones —Buenas noches zorrita— añade, para finalmente soplarme el polvo púrpura intenso en la cara.

—¡No, no! ¡Mamá! ¡Alguien ayúdeme, por favor!— Suplico a gritos comenzando a marearme.

Al desvanecerse esa brillante nube púrpura fluorescente me queda claro que se trataba de Wolf Bane, de a poco siento pesadez en todo el cuerpo, la habitación me da vueltas y finalmente caigo rendida estrellando mi frente contra el suelo.

(***)

Un chapuzón de agua fría me hace despertar de golpe, con el corazón acelerado, inmediatamente me pongo de pie con dificultad, puesto que llevo las manos atadas con una cadena fija al suelo, tan larga como para ponerme de pie sin levantar mis manos.

—Lamento despertarte, Bella durmiente— Comenta el enorme hombre blanco de cabello negro con el cubo que tenía el agua helada que me despertó.

—¡Suéltame, yo no he hecho nada malo para que me tengas así! — Grito desesperada, mientras las lágrimas corren por mi rostro.

—Si hiciste algo o no, lo decidiré yo. Y ya deja de gritar, tu voz es irritante— Escupe fastidiado el musculoso pelinegro.

—¿Dónde estoy? ¿Qué hicieron con mi madre? ¿Dónde está Lucas? ¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? — Farfullo abrumada.

—¿Qué no es obvio? Veo que no sabes nada de historia pequeña analfabeta. Soy el rey de los Bellatores, el imperio que desde hace mucho tiempo juró destruir el tuyo, tú madre… la verdad no sé qué pasó con ella. Y el principito Lucas, debes estar corriendo como el cobarde que es. Yo solo di órdenes a mis soldados y estos las cumplieron— Responde con una sonrisa radiante y llena de un penumbroso vigor.

—¡Soy inocente y mi mamá también lo era! ¡No tenías que asesinar a mi pueblo para sentirte más hombre! ¡Si Lucas estuviera aquí, te daría una paliza, maldito enfermo! — Chillo, de rodillas ante el alfa Bellatore.

—No soy un hombre, soy una bestia y ahora me perteneces— Declara el alfa, sujetando mi mandíbula, obligándome a mirarlo.

—¿Y qué quieres conmigo? ¡Mátame sin rodeos, sé que vas a hacerlo de todos modos!— Espeto, sacudiendo la cabeza en un fallido intento de zafarme de su doloroso agarre.

—No, no, no. Ni creas que voy a llenar mis manos de sangre, para eso tengo a mis devotos súbditos; si sigues con vida por el momento es solo porque quiero que así sea— Responde ampliando su sonrisa burlona y en sus ojos puedo ver cómo centellean chispas de maldad pura.

—No sé qué es lo que quieres conmigo, si me vas a matar, hazlo de una vez, ten un poco de decencia— Le digo bajando la voz quebrada.

—¡No te mataré, ya deja de decirlo! ¡Serás mi esposa! — Grita a centímetros de mi rostro.

—¿Y qué pasará si no quiero hacerlo? — Musito, mirándolo a los ojos con desprecio y dolor.

—No tienes opción, te casarás conmigo y serás mía cada vez que quiera tomarte en mi cama— Afirma tomando la cadena que sujeta mis manos y de un tirón la arranca del suelo para terminar desatando mis manos.

—¿Seguro de que no vas a matarme si intento escapar? — Pregunto confundida, mientras me froto las muñecas intentando aliviar el dolor que siento en estas.

—Si vuelves a preguntarme si te mataré o no, te ataré a mi cama y te cogeré tan fuerte que no caminaras de nuevo en tres meses— Declara sujetándome ambos brazos y atrayéndome a su cuerpo, apretándome con fuerza.

—¿Dónde están Lucas y mi madre?— Pregunto clavando mis ojos en los suyos.

—No sé qué hicieron con ellos y la verdad es que no me interesa—Responde mientras sus ojos irradian luz roja y sus colmillos se alargan.

—Juro que, si les hicieron daño, o la asesinaron, me vengaré de todos los responsables e iniciaré contigo— Declaro sin amedrentarme.

El sentimiento de angustia hace que me descompense por completo, no frente al animal que tengo de frente, sino con mis convicciones, con la pena que debo de cargar al no sentir el respaldo de mi madre y la protección de Lucas. Saber que no están junto a mí, me hace desesperar.

Una risa triunfal se le dibuja en el rostro a mi captor, se ve que está disfrutando de su gloria, una que tomó a costa de la muerte y de las lágrimas de mi pueblo, pero esto no se quedara así por mucho tiempo.

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