«¿Sería un desperdicio si muero?».
«¿Qué carajos le pasa y porque me habla así?»
—No estoy sola —miento, cruzándome de brazos—. ¿Y a ti que te importa si me enfermo o no?
Vuelve a reír suavemente al tiempo que expulsa el humo hacia arriba.
—Claro que no estás sola, estás aquí hablando conmigo —Da un paso hacia mí—. Pero tranquila, que no muerdo.
El corazón me late demasiado fuerte, me obligo a mantenerle la mirad. Hay algo inquietante, pero cautivador en él. Su elegancia relajada, sus gestos y esa arrogante sonrisa que me recuerda a la de Maximilian, me poner nerviosa.
—No me has dicho quién eres —repito, menos suave esta vez.
Ladea la cabeza.
—Digamos que soy alguien que quería fumar en paz, hasta que la duquesa de Estenmark apareció como un espectro, despertando mi curiosidad, y sin más… me quise acercar para verla con mis propios ojos.
El estómago me da un vuelco, se me contrae y el pulso se me dispara con fuerza, acelerándome el corazón con braveza.
—¿Debería sentirme halagada o pr