Milen entreabrió los ojos, una figura masculina la miraba atento desde lejos. Llevaba el torso descubierto, su cabello ligeramente despeinado, recargado sobre el marco de la puerta que daba a la terraza, descansaba sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón, la única prenda que portaba.
— Estás muy lejos de mí — dijo estirando su mano hacia él.
La impactante sonrisa de Itzam junto a su penetrante mirada y la luz del amanecer destellando desde su espalda eran la imagen más gratificante que una dama podría recibir al despertar, simplemente su día estaría lleno de dicha.
— Pareces, un maldito dios griego — Milen había perdido el filtro de entre lo que pensaba y decía en voz alta.
— Yo diría que me acerco más a un gobernante de la oscuridad que a un dios — replicó Itzam, divertido con los halagos de Milen.
— Entonces o señor de la oscuridad venga aquí — al estirarse una ráfaga de dolor surcó el rostro de Milen.
— No es buena idea que me acerque a ti en este momento, tienes que recup